domingo, 13 de noviembre de 2016

Análisis Texto Las Cortes de Cádiz y el Inicio del Liberalismo. Modelo 2


LAS CORTES DE CÁDIZ Y EL INICIO DEL LIBERALISMO EN ESPAÑA
Nos encontramos, sin duda alguna, ante un documento vital para la Historia de España, en relación a los hechos que darán origen al liberalismo español. Se trata del primer decreto aprobado por las ya conocida como Cortes de Cádiz. Se redactará éste en 1810, en la Isla de León, actual San Fernando (Cádiz), abriendo el camino de la Constitución de 1812, que es el resultado de un proceso que comienza en 1808 y que culminaría, con la vuelta de Fernando VII al poder tras su “exilio forzoso en Francia”, en 1814. 
Para poder comprender este proceso histórico tendremos que retroceder primero hasta finales del siglo XVIII, a la caída del Antiguo Régimen. Posteriormente realizaremos un recorrido por la Guerra de Independencia Española y por la formación de las Cortes de Cádiz.Finalmente haremos referencia a la restauración borbónica de 1814.
Comenzaremos con la irrupción de las ideas ilustradas en el siglo XVIII en España, sabiendo que en Francia fueron estas una de las causas que originarían la Revolución Francesa. Los principios revolucionarios serían esparcidos por el viejo continente de la mano de las invasiones napoleónicas, llegando al territorio español junto a los soldados del ejército francés que se dispuso a ocupar la Península Ibérica. Estas ideas tendrán su máximo reconocimiento en la primera constitución liberal del país, en 1812, fruto del trabajo de las Cortes de Cádiz bajo las máximas ilustradas (soberanía popular, igualdad de derechos, separación de poderes,…libertad, igualdad, fraternidad).
Anterior a la Revolución Francesa, en España, el rey Carlos III ya había intentado aplicar una política de reformas dentro del sistema del Antiguo Régimen para favorecer el desarrollo económico y la modernización del país a través del poder absoluto. Este sistema recibió el nombre de despotismo ilustrado y se resumiría con el lema “todo para el pueblo pero sin el pueblo.” Pero el estallido de la Revolución Francesa acabó con esta corriente de pensamiento y los poderosos, temerosos por la abolición del viejo sistema y los acontecimientos del país vecino volvieron a reafirmarse en la defensa del absolutismo más conservador. El nuevo rey, Carlos IV, por miedo a la expansión de las ideas revolucionarias paró todo el proceso modernizador y de reformas de su padre y estableció el viejo orden declarando la guerra a Francia revolucionaria en 1793 y frenando la entrada de las ideas innovadoras creando un cordón sanitario en los Pirineos a través de su ministro Floridablanca. Pronto los fracasos del ejército español evidenciaron la crisis del modelo absolutista y su incapacidad de defender el territorio y la población. El rey se vio forzado a negociar la paz dos años después y aceptar la subordinación de España al Estado francés. El Tratado de Fontainebleau, que España firmó con Francia a través del nuevo ministro Manuel Godoy, permitió a las tropas de Napoleón cruzar el territorio español. El objetivo del general corso era el de atacar Portugal y Gran Bretaña, aunque a medida que entraban las tropas en las principales ciudades (1808) empezaron a llevar también a cabo la ocupación del territorio español. La evidencia de la ocupación provocó un Motín en Aranjuez contra el rey Carlos IV y su valido Manuel Godoy, príncipe de la paz, llegando a abdicar el primero en su hijo Fernando. Ante las disputas de sus majestades, Napoleón intervino por petición española y los citó en Bayona a ambos (hijo y padre), donde finalmente consiguió que padre e hijo abdicaran a favor del emperador francés. Este por su parte cedió la corona española a su hermano José I y convocó unas cortes, que aprobaron una Constitución de carácter liberal en forma de estatuto conocido como Estatuto de Bayona.
El Estatuto de Bayona representó para el país una apertura legal con el reconocimiento de derechos, acompañados por la creación de una nueva administración pública de corte progresista. Esta apertura legal motivó que hubiese un sector de la población que diera su apoyo a la ocupación francesa. Estos serán conocidos como los “afrancesados”, que veían la ocupación como una oportunidad de modernización para España. Por ello, Napoleón se creía respaldado por la población española, pero la resistencia desde la abdicación forzosa de los reyes pronto se empezó a organizar. Primero tras los sucesos del 2 de mayo en Madrid y su dura represión, que provocó que el levantamiento popular fuese generalizado por todo el país. Pronto se empezó a organizar el movimiento nacional en juntas regionales o provinciales. Todas las juntas igualmente se coordinaron en una Junta Suprema Central, que tenía como fin dirigir el país y coordinar la acción bélica frente al invasor, en representación de Fernando VII actuando como poder Regente y legítimo de la monarquía española.
Las primeras acciones de resistencia en 1808 obtuvieron un buen resultado frente al invasor, como la resistencia a los sitios de Zaragoza o Gerona o la de mayor calado victoria en Bailén. Sería esta la primera derrota de tropas napoleónicas en campo abierto. Los ejércitos franceses tuvieron que replegarse al Norte del Ebro, José I huir de Madrid. Pero Napoleón no estaría dispuesto a perder el pastel ibérico y él mismo retomaría la ofensiva a finales de 1808 y principios de 1809. Retornaría el poder a su hermano José I y provocaría que la Junta Central huyera a Sevilla, para finalmente refugiarse su representación en La isla del León, actual San Fernando (Cádiz) tras los desastres españoles en batallas como las de Somosierra u Ocaña. La península ibérica quedaría ocupada y solo Cádiz acogería el resto del poder legítimo español. Allí, en Cádiz, asediados por los franceses y protegidos por las escuadras británicas, esta Junta Central, ya disuelta, convocarán unas Cortes. Unas Cortes para que fuesen los miembros elegidos democráticamente por el pueblo español en sufragio universal los que dibujaran el destino del país. Estos se pudieron reunir finalmente en 1810 en la Isla de León, no sin los problemas que acarrea una consulta popular en un país en guerra. Se alcanzó un apoyo mayoritario de diputados de ideas liberales, aunque la profesión que mas diputados acarreaba era la de clérigo. También había abogados, militares, catedráticos, funcionarios, algún médico y otras profesiones sin determinar. Los elegidos fueron llegando muy lentamente y hubo de recurrirse al sistema de suplentes y también se nombraron a unos cuantos americanos.
En septiembre de 1810 ya estaban compuestas las Cortes en la localidad gaditana de Isla de León, actual San Fernando. El siguiente paso fue jurar las Cortes, que se realizaría en una sesión de apertura en el Teatro Cómico de dicha ciudad y estuvo bajo el signo de la improvisación. José Casado del Alisal reflejará en un óleo la escena, donde tras jurar las cortes tras un breve discurso la Regencia se retiró renunciando a sus cargos e instalando la legitimidad de las Cortes. El texto propuesto nos ilustra el texto de la primera sesión de las Cortes, reunidas el 24 de septiembre, con 95 diputados. Ese mismo día, como vemos en el texto, se proclamó la soberanía nacional, había comenzado en España el nuevo régimen. Desde este momento, en un plazo de horas, quedaron aprobadas la soberanía nacional y la división de poderes, sin encontrar la menor resistencia. Para elevar por encima de la falsa legitimidad napoleónica y del rey José una instancia superior, era preciso proclamar la soberanía del pueblo español en armas, representados en aquella Cortes. La propuesta fue aprobada por aclamación, sin resistencia de los más conservadores y sin ver ninguna oposición a la constitución tradicional. Tras esta primera sesión y hasta el documento constitucional de 1812 se realizaron 1810 sesiones, dando como resultado un documento extraordinariamente extenso, con 384 artículos, que hacía inútil toda Ley Orgánica complementaria. Todo queda previsto, todo está resuelto de antemano.
Por primera vez España será la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios, ya no es un territorio sino una comunidad. Igualmente se indicará que España no puede ser una propiedad de ninguna familia y reivindica el carácter hispanoamericano. La Constitución presentará como única verdadera la religión católica. En aspectos de derechos del ciudadano la Constitución será algo parca, contemplando la libertad, la propiedad y la seguridad personal, la de imprenta y se insinúan otros. Por otro lado las cortes se preocupan de su propia supervivencia y perduración, dedicando una extensión desmesurada al funcionamiento del poder legislativo sobre los demás y sobre el rey. Otro referente será la creación de la Milicia Nacional, para la defensa del orden constitucional. Termina finalmente precisando su inalterabilidad, tomando medidas para que el texto llegase íntegro “hasta las últimas generaciones de españoles.” De hecho, duraría dos años, un mes y quince días, acabando con la vuelta del deseado Fernando VII. Entre las reformas administrativas figuran como importantes la supresión de los antiguos Consejos, creando el Consejo de Estado. Otra reforma será la nueva división territorial en provincias y en su organización en Diputaciones provinciales, una Audiencia y una Delegación de Hacienda. Desaparecerán todos los fueros históricos y se centralizará la administración. Socialmente la más importante reforma será la que suprimirá en 1811 los señoríos y que elimina el sistema feudal que rige el Antiguo Régimen. Nadie, en adelante, será llamado señor o vasallos. Los señores se convertirán en propietarios, legitimando con ellos sus títulos como terratenientes. Igualmente se desestimó disolver el mayorazgo, que permitía mantener las tierras inalteradas, algo que benefició en gran medida a los nobles. Por otro lado se decretó la desaparición del Tribunal de la Inquisición, algo que alejó a la iglesia de las Cortes, que en principio habrían contado con ella para la labor de expansión de las ideas liberales en las homilías dominicales. Con la Ley agrícola se dejaba en libertad a los propietarios para plantar y cercar sus tierras, La ley ganadera suprimirá la Mesta; l
a ley de industria permitirá a todos instalar las fábricas y artefactos que deseasen y la de comercio habilitaba a todos los ciudadanos para tener total libertad en la compraventa y en el uso de los precios.
Pronto esta labor legislativa quedaría abolida con el regreso de Fernando VII a España tras 1814, restableciéndose el absolutismo e inaugurándose el Sexenio Absolutista (1814-1820), apoyado por el pueblo, una parte del ejército, del sector político firmante del manifiesto de los persas y de las potencias absolutistas europeas. Pese a todo, el Antiguo Régimen estaba ya condenado a desaparecer, tanto dentro como fuera de las fronteras españolas. El retorno de las ideas absolutistas , que vinieron acompañadas por sangrientas represiones, no fueron bien recibidas, especialmente por la burguesía comercial y las nuevas clases medias urbanas que se veían perjudicadas por la separación de clases y los beneficios que la corona dio a los estamentos superiores. Igualmente el ejército sufría la diferencia de trato y privilegios por cuestiones del estamento en el que se nacía, quedando relegados a un segundo plano los militares de origen humilde que lucharon hasta la extenuación en la guerra de Independencia y que ahora eran olvidados. El acercamiento entre liberales y ejército propiciaba el alcance de sus objetivos. Pronto los pronunciamientos militares se convirtieron en hechos comunes, dando origen a una tradición en la historia contemporánea española: la intervención del ejército en los asuntos políticos. Ante todo este descontento y el apoyo popular que respaldó un pronunciamiento militar acaecido en 1823 y protagonizado por el general Riego, Fernando VII tuvo finalmente que ceder y aceptar la restitución de la Constitución de 1812, iniciándose un periodo liberal conocido como Trienio Liberal (1820-1823), caracterizado por nuevas reformas. Pero una fuerte división interna entre liberales moderados y liberales exaltados, junto a la situación crítica del país provocó el rechazo popular y la intervención de las potencias europeas absolutistas representados por la Santa Alianza, que envió a los Cien mil hijos de San Luís para restaurar en el trono a Fernando VII como monarca absoluto, inaugurando el periodo de la Década Ominosa (1823-1833) de corte reaccionario y tradicionalista.
Pese a todo, Fernando VII tendría finalmente que acercarse en sus últimos años de reinado a las posturas moderadas del liberalismo, debido a la fuerte crisis y a la incapacidad de los políticos absolutistas para adecuarse a las nuevas leyes del mercado internacional; ya saben… el liberalismo económico, "laissez faire, laissez passer", Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y la nueva situación social y económica mundial del siglo XIX, etc. Por ello el monarca fue aceptando a los intelectuales liberales para ocupar cargos en la Administración. Los sectores más tradicionalistas, los “apostólicos”, dejaron de apoyar al monarca y fueron acercándose a su hermano Carlos maría Isidro, que generaría el futuro bando carlista. Tras la muerte de Fernando VII, la demolición del Antiguo Régimen se desarrolló ya en el reinado de su hija por una compleja revolución liberal. Este proceso empezó en la regencia de María Cristina, madre de Isabel II, con la victoria de los liberales isabelinos frente al bando carlista en la Primera Guerra Carlista (una auténtica guerra civil) entre 1833-1839 y que acabaría consolidándose en 1868 con una revolución que llegaría a expulsar a los liberales moderados del gobierno y destronando del trono a la propia Isabel II.
Para terminar decir que el texto presentado es el comienzo de un largo y complejo proceso que se inicia no ya en 1810, sino que ahonda sus raíces en el siglo XVIII y que culminaría a finales del siglo XIX y que trataría de la lucha y consolidación de una fuerza social, ideológica, cultural, política e incluso económica que existe en España y que busca su sitio, su parcela de poder en el Estado. Unas fuerzas liberales que, bajo la bandera de la democracia y el progreso ponen fin en nuestro país al Antiguo Régimen y a las fuerzas reaccionarias que luchan por que todo siga igual, algo que sería imposible tras las revoluciones americana y francesa el liberalismo económico mundial, la revolución industrial y el germen de la lucha de clases.